Con las películas pasa lo mismo, a veces su razón de ser se basa en un marco exterior grandioso que da fuerza y épica al conjunto, una guerra, el espacio, la naturaleza desatada. Otras veces el sentido es algo íntimo, la bondad, el sentido del deber, la cobardía.
En El discurso del rey a pesar del personaje y el tremendo momento histórico en el que su vida discurre la épica viene dada por la testarudez de su protagonista. Un hombre condicionado por la tartamudez que ve como de forma inexorable los acontecimientos se alinean para convertirlo en rey del Imperio Británico.
La película comienza en los años 20 con una extraordinaria presentación donde Colin Firth que interpreta al duque de York, Alberto Federico Arturo Jorge de Windsor se enfrenta a un micrófono durante la clausura de la exposición del imperio de 1925.
La escena que comienza de una manera formal pronto se nos presenta adquiriendo un aire de pesadilla, tomas algo forzadas y el rostro de su protagonista luchando por arrancar las palabras atrapadas en lo más profundo de su garganta. El público pasa del silencio más respetuoso a la sorpresa, la sonrisa disimulada o las lágrimas de su esposa.
Con esos pocos minutos iniciales la película nos muestra la tremenda fuerza de voluntad del protagonista, los poderosos condicionantes de su cargo y el apoyo incondicional de su mujer, que interpreta de forma maravillosa Helena Bonham Carter que si dejara por una temporada de interpretar las fricadas de su marido podría empezar a demostrar lo extraordinaria actriz que es.
El tercero del trío es el siempre fabuloso Geoffrey Rush que para mi es uno de los actores con más carisma en pantalla del panorama actual. Domina cada plano como debe ser pues el será el encargado de corregir la tartamudez del duque.
Por su parte Colin Firth que se ha especializado en papeles de hombre discreto, tirando a soso pero siempre un actor interesante, en esta película da una muestra de actuación extraordinaria. Donde Rush, profesor australiano de logopedia, es excéntrico y excesivo Firth resulta siempre poderoso y contenido. Su presencia física denota siempre una impresión de ser un hombre a punto de estallar por todas las convenciones sociales y por todas las palabras nunca dichas que parecen querer brotar sin control en cualquier momento.
Lejos de ser un duelo ambas interpretaciones tejen completamente la película haciendo que su visionado sea una experiencia completamente hipnótica. Cada uno de ellos atrapa nuestra atención en cada palabra y detalle porque sus actuaciones van más allá de las palabras y cada gesto demuestra que actuar es algo más.
El resto es soberbio, producción inglesa de postín cada detalle histórico es perfecto y cada secundario merecería una película propia. Un extraordinario guión y una dirección sobria que destaca por la seguridad con la que se desarrolla la historia. Todo en esta película encaja a la perfección como el montaje de un viejo coche de lujo, perfección por los detalles hacen un conjunto perfecto.
Pero cuando dos actores encuentran el ritmo y saben jugar su papel como la hacen sus protagonistas eso es lo de menos. O quizás es que cuando todo está tan bien hecho parece fácil olvidarte del inmenso talento que supone hacer una gran película y esta es muy grande.
Un saludo.
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