Lo monumental de la película será engullido por las protestas bolivianas de la guerra del agua que paralizarán el país y obligaran a tomar posiciones a todos los implicados.
Icíar Bollaín dirige esta película mitad documental mitad parábola sobre un país, Bolivia, y en general una región devastada por los abusos continuos a un pueblo desde hace quinientos años.
A pesar de la clara vocación de protesta y sentido social con la que nace esta película en ningún momento resulta moralista o sensiblera y se esfuerza por ser primero una gran película y luego en su mensaje. Algo que resulta a menudo un mal del cine en este país. Se antepone un mensaje y se olvida que por mucha razón que creas tener lo primero que se debe construir es la película.
También la lluvia hace gala de esto primero: Es una gran película con brillantes momentos de tensión y un guión extraordinario con buenos diálogos y una extraordinaria capacidad para el ritmo narrativo. Y además posee varias lecturas, es una buena crítica al mundo del cine y su vanidad, una interesante visión a cómo se rueda una película y lo que ocurre fuera de cámaras, una descripción de los acontecimientos de la guerra del agua centrada en lo acontecido a pie de calle y una interesante reflexión sobre el idealismo, la condición humana, la pasión por el trabajo y la objetividad sobre nuestros intereses.
Si una película tiene tanto fondo a menudo tiende a sacrificar ritmo en favor del contenido pero el mayor logro de esta película es que consigue retratar todos estos aspectos de la historia imprimiendo un ritmo alto y descartando momentos contemplativos.
Casi con la cadencia de una película de acción se establecen los marcos y la presentación de personajes y la historia crece sin dar tiempo al descanso, es una película extraordinariamente divertida de ver y con el fundamento necesario, es divertida como una hamburguesa pero alimenta como el mejor cocido.
Los personajes son tan complejos como la película y cuanto más estereotipados parecían al comienzo mayor será el cambio que se producirá en ellos.
Luis Tosar es cada vez un actor más sólido y aumenta ese grupo de actores con carisma que nuestro cine está generando en la última década. Por su lado Gael García Bernal es un gran acierto de reparto porque simboliza inocencia y pasiones casi infantiles algo que se aprovecha en la película hasta sus últimas consecuencias.
Por otro lado Karra Elejalde da un contrapunto al realismo de ambos interpretes con un personaje algo estereotipado pero que sirve de contrapeso sentimental a lo largo de la película y como fuerza dramática en casi todas sus escenas. Para mí la escena del ensayo merece todos los premios del mundo por su intensidad y por la mala leche que demuestra la película al presentar a el grupo de rodaje como unos auténticos ignorantes de la sensibilidad del país en que se encuentran.
Una película repleta de momentos memorables que se come al resto de compañeras de taquilla que fácilmente olvidaremos dentro de unos años con contadísimas excepciones.
Una gran elección para perder el miedo a ver cine patrio porque esta vez sí que es buen cine, grande como debe ser el cine, con grandes historias y grandes actores.
Un saludo.
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