Juan Carlos Falcón dirigió allá por el 2006 su primer y hasta ahora único largometraje. Se titulaba la caja y hacía referencia al ataúd y la caja de caudales de Don Lucio, protagonista de la película a pesar de que esta se inicia con su muerte. Don Lucio es descrito a través de las distintas reacciones de las personas que se enteran de su muerte. Desde su viuda, una magnífica Ángela Molina pasando por sus vecinos y algunos personajes locales de la isla canaria donde habitó.
La deformada visión de sus protagonistas por lo grotesco de la trama, una viuda que no se apena en absoluto y unos vecinos forzados a velar un cadáver que odian y desprecian a partes iguales ante el escaque continuo de la viuda nos crea un marco perfecto para el arma principal de la película: el humor negro.
Es un dato atener en cuenta porque este humor se lleva al extremo en algunos casos, donde el cadáver es profanado a la menor ocasión por parte de los resentidos vecinos.
A su vez se retrata una sociedad encorsetada entre los abusos de poder y resentimientos antiguos que no permiten una mínima felicidad a los pobres protagonistas.
Por otro lado todos ellos hacen gala de cierta fortaleza nacidas de esas miserias y un curioso sentido del humor y la venganza que se va revelando a lo largo de la película.
A pesar de todo ello y con un planteamiento bastante prometedor se queda corta en casi todas sus pretensiones, quizás con la única excepción del personaje de Ángela Molina que es el que mayor evolución muestra en la película.
Además tiende a frenarse en sus momentos más serios mientras que se desborda algo en la sátira, aunque esto es más que un defecto una sensación mía.
Por otro lado es una excelente muestra de un cine fresco, que se ríe un poco de todo pero con la sustancia suficiente como para hacerte reflexionar si quieres sacar algo más que unas risas. Risas que están garantizadas.
Una película burlesca de primer orden para una día distinto de cine.
Un saludo y que aproveche.
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